Sarkozy, la pista del dinero y una Copa Mundial

Farid Barquet Climent

Abogado, escritor y profesor universitario mexicano.


Hoy martes 21 de octubre de 2025 ingresó en la prisión parisina de La Santé el expresidente de Francia Nicolas Sarkozy para purgar una condena de cinco años.

Es la primera vez que un exjefe de Estado de ese país pisa la cárcel. El motivo: el financiamiento ilegal de su campaña electoral de 2007 con fondos provenientes del gobierno de Libia, que encabezaba Muamar Gadafi.

El dinero libio que hoy tiene a Sarkozy tras las rejas es el mismo que probablemente resultó determinante para que la 22ª edición de la Copa Mundial de futbol se disputara en Qatar y no en Estados Unidos.

En noviembre de 2010 los integrantes de la familia real qatarí, encabezada por el jefe del Estado, el emir Tamin bin Hamad Al Thani, estaban urgidos de conseguir los votos suficientes para que su país —nunca mejor dicho— resultara elegido por el congreso de la FIFA para alojar la Copa del Mundo programada para 2022.

Los gobernantes qatarís sabían que si la mayoría de las federaciones pertenecientes a la confederación europea de futbol, la UEFA, le daba el espaldarazo a su candidatura, la balanza se inclinaría a su favor en la pugna que protagonizaban con Estados Unidos por convertirse en sede mundialista.

La UEFA era presidida en aquel tiempo por una leyenda del futbol francés y mundial: Michel Platini. De cara a la votación, los jeques seguramente se habrán preguntado cómo persuadir a Platini para que Europa se decantara por Qatar. Fue entonces cuando seguramente brotó, de modo natural, un nombre: el de Nicolas Sarkozy, presidente de la república francesa. ¿Quién podría tener mayor ascendiente sobre Platini que el jefe de Estado de su país?

Los jeques de Qatar seguramente habrán descartado emplear los conductos diplomáticos para conseguir que Sarkozy intercediera ante Platini. De ahí que al embajador qatarí en París no se le instruyera que comunicara a la cancillería francesa intención alguna de celebrar una cumbre bilateral. La pepena de votos, por el contrario, tendría que efectuarse mediante una operación, si no encubierta, al menos no pública, imposible de realizarse por las vías oficiales. Había que llegarle a Sarkozy a través de alguien que ejerciera influencia sobre él. Pero ¿quién podría tenerla sobre el presidente de la séptima economía mundial, líder de una de las naciones más fuertes de la Unión Europea, convidado al selectísimo G7, el cónclave que reúne a las mayores potencias económicas y políticas de occidente?

Acertó usted. Quien podía influir en Sarkozy era Muamar Gadafi. Comprobada como lo está hoy la subvención económica que le brindó a sus aspiraciones políticas, no resulta descabellado conjeturar que haya sido el coronel Gadafi la conexión que necesitaba Qatar para llegar a Sarkozy.

Consumado el triunfo de Sarkozy en los comicios de 2007, el coronel Gadafi sabía que sus dádivas ilegales —e inmorales, máxime si van a uno de los países más ricos del planeta desde uno lleno de pobres, cuya infraestructura y asentamientos humanos son tan precarios que las inundaciones provocadas por la tormenta Daniel acabarían con la vida de más de 20 mil habitantes poco más de quince años después, en 2023— generarían a su favor un débito que algún día habría de cobrarle al entonces flamante président.

Porque favor (ilegal) con favor (inmoral) se paga.

Es difícil saber cuál fue el platillo principal que se sirvió el 23 de noviembre de 2010 en el comedor presidencial del palacio del Elíseo, pero seguro no fue un roti de porc, menos un jambon à la crème, emblemáticos de la cocina francesa, toda vez que en la dieta de los invitados de aquel día está prohibido el cerdo. El chef habrá tenido que elegir, en cambio, unos muy nacionales escargots o, si de plano quiso empatizar con sus comensales, hacerlos sentir de veras como en casa, por un machboos: arroz con cordero y especias. Tampoco pudo regarse el menú con selectos vinos de Borgoña ni con la bebida francesa más conocida en el mundo, la champaña, ya que las visitas no beben alcohol. Porque ese día Sarkozy ofreció una cena en la residencia presidencial a Al Thani y al colaborador más cercano de éste. Y por supuesto, también fue convidado Platini.

Vaya que la cena trajo un bon appetit: un buen provecho. Dos semanas después, el Congreso de la FIFA le dio a Qatar la sede del mundial de 2022.

Entrevistado en 2013 por Alfredo Relaño y Joaquín Maroto para el diario As, Platini reconoció que la cena ocurrió, dejó entrever que aquella noche en París Sarkozy lo agarró mal parado, y él, como buen entendedor, se dejó meter el gol:

“Acudí a una llamada del presidente de la República de Francia, que es mi país como todo el mundo sabe, y cuando llegué me encontré allí al emir de Qatar y al primer ministro de este emirato. Nadie me había avisado de su presencia. Cenamos todos juntos, pero igual que digo que nadie me dijo que los qataríes iban a estar allí, afirmo con rotundidad que el presidente Sarkozy no me pidió, ni antes ni durante ni después de esa reunión, que votase a Qatar como país organizador del Mundial 2022. Pude comprender por mí mismo que Sarkozy estaba interesado en que Qatar organizase el Mundial, pero no me lo pidió”.

Ignorante de que once meses después sería derrocado y muerto en linchamiento por milicias rebeldes supuestamente financiadas por la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) —tal como lo afirmó el escritor mexicano de origen libanés Carlos Martínez Assad en un artículo publicado en la revista Proceso—, el coronel Gadafi, en aquel noviembre de 2010, probablemente haya decidido cobrarse, a beneficio de otra nación árabe, dueña de la tercera reserva mundial de gas natural, el favor que le había hecho a Sarkozy tres años atrás.

Joseph Blatter, presidente de la FIFA cuando se le dio el Mundial a Qatar, declaró en 2022 —siete años después de que fuera destituido tras los escándalos de corrupción del organismo que encabezaba— que fue la presión ejercida por Sarkozy sobre Platini la que determinó el destino de la Copa del Mundo. Para robustecer su versión, Blatter mencionó que medio año después de ser electo para albergar la 22ª edición del mundial, Qatar compró aviones de guerra a Francia por más de catorce y medio millones de euros, de acuerdo con información publicada en el diario mexicano El Financiero.

Un místico árabe que vivió un tiempo en París, el poeta libanés Gibrán Jalil Gibrán, se preguntaba: “¿cómo puede alguien dar todo a cambio de dinero, muerto y sórdido?”.