Pensilvania

Arturo Magaña Duplancher

Internacionalista por El Colegio de México y la Universidad de Leiden. Consultor y analista internacional. Exfuncionario e investigador legislativo.


Conforme se acercaban las elecciones presidenciales en Estados Unidos, opinadores y tertulianos gustaban de mencionar, como tótem argumentativo, una de esas máximas  del arsenal anecdótico en la historia electoral de ese país: veremos quién gana Ohio porque desde 1964 ningún candidato ha triunfado en la elección presidencial sin capturar ese estado. En efecto, el lugar que vio nacer a JD. Vance, candidato a la vicepresidencia en la fórmula con Donald Trump, ha sido determinante en varias elecciones salvo en la última. El 3 de noviembre de 2020 se quebró ese talismán y el candidato perdedor en la elección nacional, Donald Trump, ganó los 18 votos que aporta Ohio al Colegio electoral por un margen considerable. Es altamente probable que la fórmula Harris/Waltz sea derrotada en Ohio pero ahora toda la atención estará centrada en otro estado tradicionalmente calificado como columpio (es decir, que oscila en sus preferencias electorales entre uno y otro partido). Y es que los 19 votos que aporta Pensilvania al Colegio electoral pueden ser decisivos en una elección cerrada como la que, al parecer, veremos en tres meses. 

Fuente: The New York Times y FiveThirtyEight: https://www.nytimes.com/interactive/2024/us/elections/polls-president-pennsylvania.html

En Wisconsin y Michigan la elección parece cerrarse pero en ninguna parte está más disputada que en el Keystone state, una expresión tan geológica como política. Basta echar un vistazo al afamado blog FiveThirtyEight de Nate Silver para ver el empate técnico entre ambos candidatos presidenciales en este codiciado estado y la forma en que Michelle Obama tenía razón cuando advertía que en esta elección, un puñado de votos en algunos cuantos distrito puede decidir al ganador. En Philadelphia y Pittsburgh, el gobernador Shapiro no tendrá problema en mantener el apoyo mayoritario para Harris pero en las áreas rurales y los suburbios el respaldo a Trump es contundente.  

Y es que hay una disonancia cognitiva muy frecuente a la hora de examinar las encuestas presidenciales en Estados Unidos. Me refiero a la brecha entre el voto popular y el voto por el Colegio electoral. Si las elecciones estadounidenses fueran, como en México, elecciones directas el momentum de Harris sería suficiente para documentar el optimismo que despiertan un sinnúmero de encuestas que la ubican al frente. El problema es que en Estados Unidos la elección indirecta, vía el Colegio electoral, puede llegar a producir graves distorsiones democráticas. ¿Puede un candidato obtener el mayor número de votos y perder la elección? En Estados Unidos eso ha sucedido ya en 5 ocasiones. Con mayoría de votos populares pero minoría de votantes del Colegio Electoral, Al Gore y Hillary Clinton se quedaron varados en su camino a la Casa Blanca en 2000 y 2016 respectivamente. Entre Gore y Bush la diferencia fue por apenas 5 votos del Colegio Electoral pero entre Trump y Clinton fue de 77. Este aberrante vestigio antediluviano de la era del esclavismo  produjo que con el 46% del voto popular, Trump consiguiera el 55% del Colegio Electoral. 

Como afirma el politólogo Steven Levitsky, este sistema le ha otorgado en los últimos años una ventaja no intencional al Partido Republicano sobrerrepresentando y favoreciendo a zonas rurales y territorios escasamente poblados. Siguiendo a Levitsky, durante buena parte de los siglos XIX y XX, ambos partidos tenían apoyos importantes y áreas de influencia relevantes tanto en zonas rurales como en zonas urbanas, pero es a partir del siglo XXI que los demócratas son ya el partido de las grandes ciudades y los republicanos el partido rural. Ojalá el resultado de esto no sea, una vez más, una reedición del 2000 o del 2016.