Feijóo tiene que estudiar los mapas de España

Fausto Pretelin Muñoz de Cote

Editor y columnista en El Economista. Maestro en Dirección Internacional.


La visión conservadora no logra romper la burbuja del confort porque, dicen, tiempos pasados confrontados con el presente siempre serán mejores gracias a la nostalgia.

El Partido Popular (PP) se quedó pasmado en 2009, o si bien le va en 2015. La crisis económica presionó al bipartidismo y lo hizo colapsar. O eso parecía. Por lo menos, lo presionó. Desde la extrema izquierda Podemos emergió como amenaza al PSOE y, como contraparte, nació Vox; situándose en la antípoda derecha.

Desde Cataluña, nació Ciudadanos como alternativa al PP: europeísta y nacionalista español. Le fue muy bien y sin tener la mayoría de edad Pablo Casado se fue a Madrid para intentar dar el sorpaso al PP.

Recopilando: Podemos, Vox y Sumar se sumaron al arco parlamentario desalojando escaños al PP y PSOE.

El 1 de octubre de 2017 Cataluña sufrió un descarrilamiento constitucional de la mano de Carles Puigdemont y Oriol Junqueras, presidente y vicepresidente de Cataluña, respectivamente.

El PP de Mariano Rajoy pidió el apoyo del PSOE para aplicar el artículo 155 de la Constitución española que consiste en suspender la autonomía quedando en manos del Gobierno español el control de la autonomía, es este caso, la catalana.

Fueron años durísimos donde Rajoy decidió judicializar un problema político.

Llegamos al 2023: elecciones generales.

El presidente Pedro Sánchez desdramatizó y desjudicializó el conflicto catalán a través de una jugada maestra: excarceló a los políticos que se encontraban presos.

El PP de Pablo Casado, y posteriormente el de Alberto Núñez Feijóo criticó a Sánchez por sus decisiones sobre el conflicto catalán y sobre el apoyo que en diversas votaciones recibió de parte del partido HB Bildu (heredero de ETA, pero sin armas).

Feijóo confió en su lema de campaña: derogar el sanchismo. Es decir, desmantelar las principales reformas que Sánchez y sus aliados votaron a lo largo de cuatro años. Una de ellas la laboral, que ha permitido contener la tasa de desempleo (12.7% en mayo; 13% en 2022).

El PP pensó que después de su triunfo en las elecciones municipales del 28 de mayo pasado, se convertiría en alfombra roja con dirección a la Moncloa.

Pedro Sánchez regresó al tablero de ajedrez; adelantó elecciones para acortar la agonía del PSOE y tratar de hacer una campaña movilizadora, sin errores.

Los pactos PP/Vox en Valencia y Extremadura se convirtieron en activos electorales para el PSOE. La ultraderecha como espantapájaros.

Feijóo sumó más errores en la última semana de campaña: no asistió al debate a cuatro; no pudo explicar con claridad su relación con el narcotraficante Marcial Dorado con quien aparece en fotografías tomadas en la década de los 90; y confrontó a una periodista de TVE que le rebatió unos datos sobre la ausencia de apoyo del PP en la revalorización de las pensiones durante la década pasada.

La ley electoral ya no permitía la publicación de encuestas, pero fue claro que el PP sufría.

El PP se encuentra solo con sus 136 escaños que no le sirven para convertir a Feijóo en presidente; ni con los 33 de Vox, que dejó en el camino 19 escaños respecto a las elecciones de 2019.

Ayer, Feijóo ha de haber abierto el mapa de España para percatarse que su partido y él han olvidado que Cataluña y País Vasco también forman parte de España.

Pedro Sánchez ha hecho más gimnasio en las autonomías. Las conoce mejor.