Feijóo recuerda al AMLO de 2006

Fausto Pretelin Muñoz de Cote
Editor y columnista en El Economista. Maestro en Dirección Internacional.
Pedro Sánchez ha sido investido como presidente de España bajo un costo muy elevado: ha perdido credibilidad.
Los incentivos que tuvo para lograr la reelección son personales, pero también arrojan externalidades positivas para el regreso del independentista Carles Puigdemont a la política española. Siempre será mejor regresar al terreno político que vivir en la marginalidad que representa la ilegalidad.
La decisión del presidente español va a generar a corto plazo una mayor polarización. Los independentistas catalanes frente a la extrema derecha de Vox. Junto a ellos, el Partido Popular (PP), en la persona de la presidenta de la Comunidad de Madrid Isabel Díaz Ayuso, dejándose mimetizar por el lenguaje de la extrema derecha. Y en medio de la batalla, Pedro Sánchez.
Al finalizar la sesión de investidura, Alberto Núñez Feijóo se acercó a Sánchez para ofrecerle su mano, pero también para dispararle verbalmente una advertencia: “Esto es una equivocación, eres responsable de lo que acabas de hacer”.
Existen similitudes entre lo ocurrido ayer en el Congreso de España con la historia de López Obrador desconociendo la victoria de Felipe Calderón.
La competencia entre AMLO y Calderón terminó en empate técnico. Se tuvo que recurrir a los decimales para ubicar al ganador. López Obrador, sin perfil de demócrata, no reconoció su derrota.
Las elecciones legislativas de julio pasado en España arrojaron pequeñas diferencias en votos: PP: 33.05%; PSOE: 31.70%.
Pero España no es un sistema presidencialista. El sistema parlamentario requiere de mayorías, y Sánchez obtuvo 179 escaños alrededor de su figura. Suficientes para ser investido como presidente.
Sin embargo, Feijóo señaló desde tribuna que el Gobierno de Sánchez “nace de un fraude”; “es corrupción política”.
El líder del PP sostiene que Sánchez lanzó la promesa de no otorgar la amnistía a los políticos independentistas catalanes tres días antes de las elecciones del 27 de julio. Por esa razón establece la idea del fraude.
Santiago Abascal (Vox) e Isabel Díaz Ayuso (PP) juegan a ser los lanza fuego, asegurando que Sánchez es un dictador. Se ve que no han viajado a Nicaragua, Venezuela o Cuba.
Sánchez fue investido por la vía democrática, pero es un mentiroso.
La escasez de credibilidad debería de preocupar a la clase política global. No hay peor manera que iniciar un gobierno con la credibilidad erosionada.
Los siete escaños del partido Junts, cuyo líder Carles Puigdemont no pude pisar España por problemas judiciales, le han salido muy caros a Pedro Sánchez.
Para Sánchez, es mejor pactar la amnistía con Puigdemont que darle el paso al tándem Feijóo-Abascal; la fórmula del Partido Popular (PP) y la extrema derecha Vox.
Vendrán semanas y meses con descargas de insultos. Sánchez tendrá que vestir el overol para construir credibilidad en su imagen.