El embajador Noroña

Fausto Pretelin Muñoz de Cote
Editor y columnista en El Economista. Maestro en Dirección Internacional.
El discurso del presidente del Senado mexicano en el Parlamento Europeo en Estrasburgo del día de ayer refleja el decadente momento que vive la política exterior del país.
La participación de Gerardo Fernández Noroña en la Conferencia Europea de Presidentes de Parlamentos duró poco menos de seis minutos, y fue desafortunada, porque el senador terminó por no representar a México sino a su partido, Morena.
En primera persona del plural aplaudió la reforma judicial propuesta por AMLO y mintió al decir que su partido había ganado el 93% de los senadores.
El senador Noroña presumió su carencia de rasgos democráticos; para él los jueces deben de seguir la estela que deja el paso de la presidenta Sheinbaum. No hacerlo los convierte en “conservadores” peligrosos.
Otra de las partes delirantes de su discurso tuvo que ver con la relación bilateral entre México y la Unión Europea.
En el entono de la compleja relación con Washington, Fernández Noroña pidió mayor acercamiento de Bruselas con México, como si no supiera que el Acuerdo Global ya está listo para ser firmado.
La culminación de la negociación fue celebrada por la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, hace dos meses, pero Sheinbaum dijo públicamente que el acuerdo no estaba cerrado. La frustración y el desánimo de diplomáticos europeos fueron mayúsculos.
Noroña se plantó en Estrasburgo pensando que estaba en el Capitolio. No habló sobre la relación de México con la Unión Europea si no del rasgo racista del vecino Trump. ¿Quiénes son los asesores de Noroña en el Senado?
Noroña se plantó en la tribuna del Perlamento Europeo pensando que la audiencia desconocía sobre lo ocurrido en el campo de deshumanización de Teuchitlán, Jalisco. Era el momento para pedir apoyo a la grave crisis que el país arrastra desde hace varias décadas. El tema no es partidista, es humano, y trata sobre la pérdida del control del territorio por parte del Estado; se pierde soberanía.
En efecto, Noroña es la mejor metáfora del estado que guarda la diplomacia mexicana.
El Gobierno de la presidenta Sheinbaum tiene un secretario de Relaciones Exteriores que no viaja al exterior y un embajador-florero en Washington. Ni Juan Ramón de la Fuente ni Esteban Moctezuma son protagonistas de la diplomacia mexicana. El primero tolera el acercamiento de México con la dictadura venezolana, sepultando el apoyo de México a la democracia y al respeto de los derechos humanos, y el segundo carece de habilidades para articular una estrategia eficiente en el Capitolio.
Esteban Moctezuma se videograbó hace un par de meses para avisarnos que él es el embajador de México en Washington; que trabaja muy duro; y que cosecha resultados.
Un mínimo grado de profesionalismo le haría presentar su renuncia.
Lo mismo De la Fuente. Un personaje narcisista a quien le interesa más su imagen que la de la política exterior mexicana.
El botón de pánico de los consulados es oprimido por los propios funcionarios en su desesperación por ganar sueldos miserables de hace 25 años, particularmente los trabajadores administrativos. Sobre el tema no dice nada De la Fuente.
México se ha desconectado del mundo porque su mundo es supuestamente Estados Unidos.
No hay mensajes de condena por lo que ocurre en la Franja de Gaza; no hay reflexiones sobre Ucrania. Lo importante es no hacer enojar al presidente Trump. Si es necesario retrasar la firma del Acuerdo Global con la UE, que se haga. Ya lo dijo Trump, la UE nació para “fregar” a Estados Unidos.
Los embajadores han sido abandonados; algunos de ellos ya cumplieron con su ciclo en las misiones asignadas, pero no llega el cambio. No hay dinero para el menaje. Que se queden cinco, seis o siete años.
Estudiantes de Relaciones Internacionales se preguntan por los incentivos para llegar al Servicio Exterior Mexicano: ¿Para qué dejar años de estudios y esfuerzos si la diplomacia mexicana es dogmática y no de Estado?