RUSIA, GUERRA Y SANCIONES DOS AÑOS DESPUÉS

María Cristina Rosas

Profesora investigadora en el Centro de Relaciones Internacionales de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la UNAM. Preside el Centro de Análisis e Investigación sobre Paz, Seguridad y Desarrollo Olof Palme A. C. Es licenciada, maestra y doctora en Relaciones Internacionales, así como doctora en Estudios Latinoamericanos por la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM).


Han transcurrido ya dos años desde el inicio de la llamada operación militar especial de Rusia en Ucrania, al igual que 10 desde el referéndum que derivó en la incorporación de Crimea al territorio ruso. Ambos eventos están conectados en lo que constituye un expansionismo de la Federación Rusa que tiene importantes consecuencias para la paz y la seguridad internacionales.

Tanto desde el 20 de febrero de 2014 como a partir del 24 de febrero de 2022, la comunidad internacional, en especial, los países occidentales liderados por Estados Unidos, han aplicado sanciones contra Rusia, sus empresas, la élite política, sus exportaciones, atletas, incluyendo restricciones de viaje, etcétera. Nunca antes se habían aplicado sanciones tan amplias contra una economía tan importante. En la historia de los regímenes de sanciones, tanto las multilaterales como las regionales y unilaterales, los países castigados solían ser de mediano o bajo desarrollo con una participación limitada en, por ejemplo, la economía mundial (véase el mapa anexo). No es el caso de Rusia.

El gigante eslavo no sólo es, territorialmente hablando, el país más grande del mundo, con una superficie de 17 098 246 kilómetros cuadrados (ocho y media veces más extenso que la República Mexicana), sino que además constituye la 6ª economía mundial con un producto interno bruto (PIB) de más de 5 billones (trillions) de dólares, y con un ingreso per cápita de 35 310 dólares (estas cifras medidas en función del poder adquisitivo). El Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) en sus índices de desarrollo humano correspondientes a 2021 ubica a Rusia en la 52ª posición, con un desarrollo humano alto.

Dado que a toda sanción corresponde una o varias contra sanciones, la aplicación de sanciones contra países débiles implica que las capacidades de estos para tomar represalias contra quienes los castigan son sumamente reducidas. Pero antes de continuar ¿qué son las sanciones? En general se les considera como acciones emprendidas por Estados que buscan penalizar a un transgresor del orden internacional. Se les ubica a menudo entre la gestión diplomática y el uso de la fuerza. Son una alternativa al desarrollo de las hostilidades, mismo que suele involucrar costosas erogaciones presupuestales y el envío de tropas que podrían generar víctimas fatales y heridos lo que en términos políticos suele poner en aprietos a los gobiernos.

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Fuente: Naciones Unidas.

Anders Aslund, reconocido estudioso sueco de la economía rusa, refiere que la popularidad de las sanciones en el momento actual se explica, entre otros factores porque:

  • A efecto de lograr que un transgresor de la paz y el orden cambie su conducta se cuenta en el arsenal de opciones de política exterior con las sanciones y la llamada vinculación constructiva (o constructive engagement) entre las principales acciones posibles. Esta última se diferencia de las sanciones en que consiste en otorgar “premios” o “estímulos” para que el destinatario se torne cooperativo. En la guerra fría, Estados Unidos empleó considerablemente a la vinculación constructiva otorgando apoyos económicos y militares a diversos países del mundo a quienes deseaba ganar como aliados frente a la Unión Soviética. La URSS, por su parte, actuó de manera similar. Pero con el fin de la guerra fría esta práctica se tornó menos recurrente y no sólo por el colapso soviético. El problema central de la vinculación constructiva es que consiste en entregar a priori los apoyos y a cambio el emisor recibe una promesa. En la historia ha ocurrido que diversos regímenes han contado con cuantiosos apoyos de parte de Estados Unidos y otras naciones y no han modificado su conducta. Ello hace que las sanciones sean por mucho más atractivas, dado que no implican más que una decisión ejecutiva (executive order) del Presidente o un consenso con el Congreso para su aplicación, lo que no sólo es más sencillo, sino que es menos cuestionado por el electorado, que no quiere, salvo excepciones, que sus impuestos se usen para enviar apoyo a otros países.
  • En el inicio del presente siglo, tras los ataques terroristas contra Estados Unidos, Washington privilegió el uso de la fuerza contra quienes identificó como responsables de atentar contra su seguridad nacional. Así, la administración de George W. Bush se enfrascó no sólo en una larga y costosa guerra en Afganistán para luchar contra el terrorismo y hacer de ese un país democrático, sino que, adicionalmente, en marzo de 2003, contra la opinión generalizada de la comunidad internacional, inició la invasión de Irak que derivó en el colapso del régimen de Saddam Hussein, pero que evidenció que Bagdad no poseía las armas de destrucción en masa que fueron las que motivaron la intervención militar. Ambas guerras resultaron costosísimas para EEUU y han generado en la población un rechazo al envío de tropas al exterior, lo que deja a las autoridades estadunidenses con la opción de usar sanciones, aunque claro, resta por ver el impacto de estas acciones en la imagen internacional de un país al que hasta no hace mucho se le consideraba la súper potencia militar y que ahora realiza despliegues más “quirúrgicos” en aquellos lugares en los que considera debe intervenir de manera más directa aunque limitada (como lo ilustran los bombardeos contra los hutíes en Yemen).
  • A partir de la administración de Barack Obama, seguida de la de Donald Trump y ahora durante la gestión de Joe Biden, se ha acelerado el uso de sanciones contra una amplia diversidad de actores, tanto estatales como empresariales, individuos, mafias, delincuentes, etcétera.

Estados Unidos, además, concentra el grueso de su comercio exterior en unos cuantos países, por lo que el costo relativo de aplicar sanciones contra otras naciones parece menor, claro, siempre que la entidad castigada no sea económicamente relevante.

Rusia: un país sancionado en la historia

Especialistas en sanciones como Daniel Drezner consideran que la interdependencia es crucial en la decisión de aplicar sanciones, o bien de amenazar con emplearlas contra un transgresor real o percibido. La fórmula es muy simple: si existe una fuerte dependencia del país sancionado respecto al sancionador, seguramente aquel accederá a cambiar su conducta en los términos en que lo plantea el emisor. Un ejemplo de ello fue cuando durante la presidencia de Donald Trump Estados Unidos amenazó a México con sanciones comerciales si no detenía en su territorio el flujo de migrantes que buscaban ingresar a la Unión Americana. Aquí bastó con la amenaza de sanciones para que, de inmediato el gobierno mexicano desplegara a la guardia nacional en su frontera sur, deteniendo a miles de migrantes quienes debieron quedarse en México.

Es diferente, sin embargo, cuando la dependencia respecto al emisor es menor. Rusia tiene una balanza comercial superavitaria. Hacia 2021 su principal socio comercial ya era la República Popular China (PC China) a quien vendía el 14. 7 por ciento de sus exportaciones totales y de quien adquiría el 24. 9 por ciento de sus compras internacionales. Con Estados Unidos las cifras fueron de 5. 6 por ciento de sus ventas totales, y de ese país compró el 2. 6 por ciento de sus importaciones totales. Ello corrobora que Rusia es menor interdependiente de Washington que respecto a Beijing.

Europa ha sido, a diferencia de Estados Unidos, un socio más importante para Rusia. En el mismo año señalado, Países Bajos era el segundo destino de las exportaciones rusas con un 8 por ciento del total; Reino Unido era el cuarto destino, con el 5. 1 por ciento; Italia el quinto destino con el 4. 5 por ciento y Alemania el sexto con el 3. 9 por ciento. Estos cuatro socios comunitarios absorbieron entonces, el 21. 5 por ciento del total de las exportaciones rusas. En lo que hace a las importaciones, Alemania era el segundo país desde donde los rusos hacían sus compras internacionales con un 11. 5 por ciento; seguida de Polonia con el 3. 2 por ciento; de Italia con el 3. 1 por ciento; de Países Bajos con el 2. 8 por ciento y de Francia con el 2. 7 por ciento. En total, estos países eran responsables del 21. 3 por ciento de las importaciones totales de Rusia. En este sentido, Rusia es más sensible a las sanciones comerciales que le aplican los países europeos que a las que ejerce en su contra Estados Unidos. Pero también Europa está más expuesta a las posibles represalias rusas, dada la mayor interdependencia que guarda respecto el gigante eslavo.

Más allá de ello, es importante señalar que Rusia arrastra una larga historia de sanciones por parte de Europa y Estados Unidos, en diversas épocas y por numerosas razones. Por ejemplo, tras la guerra de Crimea de 1853-1856, el Imperio Ruso fue derrotado debido al apoyo brindado por Francia y Gran Bretaña al Imperio Otomano, lo que evitó que Moscú se anexara la codiciada península. Como resultado de este conflicto, el Imperio Ruso fue sancionado con la desmilitarización del Mar Negro y la entrega de Sebastopol. 

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Fuente: Le Monde Diplomatique.

En el siglo XX, tras el triunfo de los bolcheviques en la revolución rusa de 1917, 22 países invadieron al país. Dado que la población rusa había estado expuesta a diversos conflictos armados que la diezmaron, la consigna de Lenin fue la búsqueda de la paz aun cuando ello implicara hacer costosas concesiones a los invasores. Fue entonces que se firmó el Tratado de Brest-Litovsk el 3 de marzo de 1918 con el que Rusia aceptó importantes pérdidas territoriales a cambio del retiro de las tropas invasoras del frente occidental.

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Fuente: Enciclopedia Británica.

Más adelante en el siglo XX, en el marco de la guerra de invierno (1939-1940) que el régimen soviético de Stalin desarrolló contra Finlandia a la que arrebató un 9 por ciento de su territorio, la Sociedad de las Naciones decidió expulsar a la Unión Soviética del organismo el 14 de diciembre de 1939. Es el único país que sufrió esa sanción de parte del organismo internacional, no obstante que el Consejo no logró el voto de la mayoría de sus miembros como lo exigía el pacto, y la decisión se tomó por minoría de 7 de los 15 miembros a favor.

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Fuente: El Orden Mundial.

Para los tiempos de la guerra fría, la Unión Soviética y su esfera de influencia fueron sobre todo motivo de sanciones selectivas, nunca a cargo del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas (entidad primigenia para su aplicación) debido al derecho de veto en poder de Moscú, como quedó de manifiesto en la crisis de Hungría de 1956 cuando el régimen de Imre Nagy fue depuesto con el apoyo soviético, o bien en la primavera de Praga, cuando, de nuevo, la URSS y sus aliados del Pacto de Varsovia depusieron el gobierno de Alexander Dubcek y lo sustituyeron por el de Gustav Husak. El hecho de que en 1956 se produjo la Crisis del Canal de Suez y de que en 1968 las protestas estudiantiles más la guerra de Vietnam acaparaban la atención occidental, más la existencia de una alianza militar antagónica a la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN), esto es, el Pacto de Varsovia, todo ello operó como disuasor de posibles castigos a la URSS y sus aliados.

En los terrenos del comercio fue más claro el castigo de Occidente contra los países con economías de planificación central liderados por la URSS. De hecho, al poseer la URSS armas nucleares, Estados Unidos sólo contaba con el recurso de las sanciones económicas para aislar a los soviéticos y su zona de influencia. Así, tan temprano en la guerra fría como el año de 1948, Estados Unidos comenzó a aplicar sanciones contra la URSS. En marzo de ese año el Departamento de Comercio de la Unión Americana dio a conocer restricciones a las exportaciones destinadas a la URSS y sus aliados, y en el Acta de Control de las Exportaciones, el Congreso de EEUU las formalizó un año después. Se asumía que estas restricciones serían temporales, pero el hecho de que la URSS detonó su primera bomba atómica en 1949 cerrando la brecha estratégica respecto a EEUU; más el triunfo de los comunistas en la RP China (con el apoyo soviético) y, por si fuera poco, el estallido de la guerra de Corea en 1950, determinaron que Washington tomara la decisión de que estas restricciones fueran permanentes a partir de 1951 con el Acta de Batalla, la que si bien apuntaba a restringir las exportaciones de insumos estratégicos a la URSS, debido a las presiones de los aliados de EEUU, no fue aplicada del todo. 

Se considera que las sanciones aplicadas contra la URSS y su zona de influencia, por ejemplo, mediante el Comité Coordinador para el Control Multilateral de las Exportaciones (COCOM) fueron severas, si bien a países de Europa Oriental como Polonia y Rumania se les aplicó con menor rigor. En la década de los años 70 del siglo pasado, cuando las tensiones entre Washington y Moscú amainaron, EEUU inició la venta de toneladas de granos a la URSS, en particular a partir de 1973 debido a las malas cosechas obtenidas en ese año en el país euroasiático. En 1975 se suscribió un acuerdo de granos entre ambos países. Hubo también acercamientos y cooperación en materia espacial y en el desarme. Empero, con el advenimiento de la invasión soviética a Afganistán, el gobierno de James Carter implantó un embargo de granos contra Moscú, además de que impulsó un boicot a los Juegos Olímpicos de 1980 que se celebrarían en la capital soviética.

El embargo de granos es considerado como fallido debido a que, si bien Washington detuvo el envío de millones de toneladas métricas a la URSS, fue parcial, además de que países como Canadá y Argentina se convirtieron en proveedores de los soviéticos. Un estudio de la Fundación Heritage revela que el embargo fue particularmente doloroso para los agricultores estadunidenses, quienes pagaron el precio de la suspensión de las exportaciones, aun cuando el gobierno de James Carter ofreció absorber los costos del daño. Respecto al boicot olímpico, si bien más de 60 países no participaron, los Juegos Olímpicos de todos modos se celebraron y para 1984 la URSS aplicó represalias equivalentes contra las justas deportivas de Los Ángeles.

En el presente siglo, EEUU ha aplicado diversas sanciones contra Rusia por razones variadas. Estas han sido decretadas, en particular, durante las administraciones de Barack Obama, Donald Trump y, ciertamente, la de Joe Biden. Las sanciones son de diverso tipo, pero ha sido Biden a quien ha correspondido aplicar las más severas contra Moscú. Las sanciones han sido puestas en marcha a través de órdenes ejecutivas de los mandatarios.

Así, por ejemplo, cuando Rusia se anexó Crimea, el gobierno de Barack Obama dispuso las órdenes ejecutivas E. O 13660 de marzo de 2014 contra 128 individuos y 4 entidades rusas a quienes responsabilizó de mermar la democracia ucraniana y de amenazar la paz. Otra orden, la E. O. 13661 del mismo mes estuvo dirigida contra 109 individuos, 78 entidades, tres aviones, 1 barco e indició a entidades del sector militar ruso. La E. O. 13662 se aplicó contra 6 individuos y 303 entidades y se dirigió contra operadores de servicios financieros, de defensa y energía de Rusia. La E. O. 13685 fue decretada en diciembre del mismo año contra 10 individuos, 75 entidades y 7 barcos propiedad de Rusia. Prohibía que las empresas o inversionistas estadunidenses hicieran negocios en la Crimea ocupada. La E. O. 13757 de diciembre de 2016 sancionó a 73 individuos, 58 entidades, tres aviones y 1 barco rusos por intentar, alterar o causar la apropiación ilícita de información con el propósito de intervenir en procesos electorales.

Ya con Donald Trump al frente del ejecutivo, la E. O. 13848 indició a 39 individuos, 29 entidades, 3 aviones y 1 barco rusos, que se sospecha interfirieron en las elecciones presidenciales de EEUU. Mediante la E. O. 13849 del mismo mes, se señaló a 22 individuos y 10 entidades para incluirlos en las sanciones del paquete anterior por las mismas razones. Trump también implemento la E. O. 13582 de enero y noviembre de 2018 y septiembre de 2019 contra 14 individuos y 12 entidades que proporcionaron servicios y apoyo material a Siria. De manera análoga, la E. O. 13850 de marzo de 2019, marzo de 2020 y enero de 2021 se dirigió contra 2 entidades y 2 embarcaciones a las que se sancionó financieramente por proporciona apoyo al gobierno de Venezuela. La E. O. 13382 de junio de 2019 y reafirmada ya con Biden en enero de 2022, incluyó a 4 entidades y 3 individuos por su contribución a la proliferación de armas de destrucción en masa. La E. O. 13722 de noviembre de 2020 estuvo dirigida contra una entidad rusa acusada de transferir insumos o software al gobierno de Corea del Norte. Es relevante señalar que conforme a las disposiciones del Acta de la Convención de Armas Químicas y la E. O. 13 382, el gobierno de Trump sancionó a 9 individuos y 5 entidades por su responsabilidad en el envenenamiento con el químico neurotóxico novichok del ex agente de inteligencia, residente en el Reino Unido, Sergei Skripal y al activista opositor Alexei Navalni, éste último, recientemente fallecido en una prisión de Siberia.

Biden, con la E. O. 14024 de abril de 2021 dispuso el castigo a 2 individuos y 9 entidades por desarrollar ciberataques a nombre del gobierno ruso. Con la E. O. de finales de febrero de 2022 dirigida contra 6 individuos y 96 entidades se sancionó a Rusia por violentar la paz y la seguridad internacionales. Las sanciones incluyen a 83 entidades financieras, 13 empresas estatales y privadas, seis individuos cercanos a Putin (como los empresarios Sergei Ivanov, Andrey Patrushev, Ivan Sechin), y tres personajes de la élite financiera del país (Alexander Vedyakhin, Andrey Puchkov y Yuriy Soloviev).

Resiliencia ante las sanciones

Como se puede observar en el punteo anterior sobre las diversas sanciones que Rusia, la URSS y el Imperio Ruso han vivido a lo largo de la historia, el país, sin importar su régimen político ni la época, se ha acostumbrado a enfrentar diversos castigos de parte del mundo occidental. Cuando las sanciones se prolongan por tanto tiempo, puede ocurrir que la entidad sancionada se torne resiliente y se adapte a ellas, usándolas incluso a su favor. Un claro ejemplo es Cuba, que en términos económicos no es comparable con Rusia, pero que, tras un largo embargo impuesto por Estados Unidos por espacio de seis décadas, se adaptó a las sanciones y no sólo eso, logró rehacer sus relaciones internacionales para incluso, tras el colapso soviético, poder comerciar y recibir inversiones de países que no sancionan a la ínsula caribeña, incluyendo la Unión Europea y México, entre otros socios. Estados Unidos, artífice de las sanciones, ha perdido el acceso directo al mercado cubano y ello ha sido aprovechado por el régimen de La Habana y los países que no castigan al gobierno de Díaz Canel. 

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Fuente: DW.

Como se explicaba y a diferencia de una economía tan pequeña como la cubana, la rusa es la sexta más importante a nivel mundial, por lo que sancionar al gigante eslavo está teniendo efectos importantes en la geopolítica global. Rusia ha mostrado resiliencia e incluso cierta preparación para soportar la avalancha de sanciones decretadas en su contra. 

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Fuente: CIDOB.

Ya a finales de 2022, el Fondo Monetario Internacional (FMI) reconocía la resiliencia rusa ante las sanciones, misma que explicaba de cara la diversificación de las exportaciones de petróleo crudo y del aumento de la demanda interna, con un apoyo mayor de las políticas presupuestarias y monetarias, y con un restablecimiento de la confianza en el sistema financiero.  No hay que olvidar que la guerra llevó a un alza de los precios de gas y petróleo, lo que sumó ingresos a Rusia, de manera que si bien gastaba en ese año 300 millones de dólares diariamente en la guerra contra Ucrania, recibía 800 millones diarios por la venta de hidrocarburos, lo que le permitió apoyar a la economía y además contar con recursos para el financiamiento de las hostilidades. Cierto es que cada cierto tiempo, las naciones occidentales aplican nuevas rondas de sanciones, pero todo parece indicar que Rusia ha sido capaz de adaptarse al desenganche de su economía respecto a la economía global. Se trata, para decirlo pronto, de una desglobalización.

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Fuente: DW.

Al aplicar cuantiosas y diversas sanciones económicas, se apostó por debilitar a su aparato financiero. Sin embargo, la enseñanza que a Rusia dejaron las sanciones de 2014, es que debía profundizar su comercio con otros socios y, además de la RP China, Moscú ha logrado tejer importantes redes de comercio con India. Así, las transacciones con estas dos naciones no requieren de divisas occidentales para llevarse a cabo, lo que coadyuva no sólo a ese desacoplamiento de Rusia respecto a Occidente y la economía global, sino también a la desdolarización del mundo. Los países BRICS originales (Brasil, Rusia, India, RP China y Sudáfrica) más sus cinco nuevos socios (Arabia Saudita, Egipto, Etiopía, Emiratos Árabes Unidos e Irán) apuestan a intensificar las relaciones entre ellos lo que no sólo da nuevos bríos a la nueva ruta de la seda china, sino también a consolidar nuevas alianzas con beneficios para Rusia. Por ejemplo, se han concretado importantes proyectos de inversión de Arabia Saudita en el sector energético ruso.

La rusa es una economía dirigida por un Estado fuerte y con el gobierno de Putin se han producido importantes obras de infraestructura, enormes inversiones en el sector energético y la diversificación de la economía. Además de petróleo y gas, Rusia produce y vende diamantes, oro, níquel, aluminio y otros minerales estratégicos importantísimos para los productos que son tan demandados en el rubro informático. La economía de guerra ha hecho su parte para dinamizar al país, al generar demanda agregada con la fabricación de armas y todas las cadenas de valor que producen empleos con remuneraciones superiores a las de otras ramas.

Así, aunque Rusia no se puede considerar que sea inmune a las sanciones, sí ha logrado maniobrar para reducir sus impactos sobre todo en el plano comercial. Adicionalmente, Rusia ha contra atacado con sanciones dirigidas a quienes la castigan. En 2014, por ejemplo, a la luz de las sanciones experimentadas tras la anexión de Crimea, Rusia dispuso un paquete de sanciones contra ciudadanos estadunidenses, incluyendo el senador John McCain, el vocero de la Cámara de Representantes y dos asesores del presidente Obama. En 2015 se prohibió el ingreso a Moscú a miembros del parlamento europeo, además de que impuso prohibiciones a la importación de pescado enlatado procedente de Letonia y Estonia. Luego publicó una lista negra de 89 autoridades políticas de la Unión Europea. Medidas similares fueron decretadas en 2020 y para 2022 y 2023, destacan las penalizaciones a empresas occidentales que decidieran salir del mercado ruso. Las penalizaciones incluían enormes costos, incluyendo la venta de sus activos a sus contrapartes rusas con un 50 por ciento de descuento; un impuesto del 10 por ciento por retirarse del mercado y otro 10 por ciento por los costos de transacción. También se incluyó una disposición que prohíbe la recompra, si es que esas empresas se arrepienten de irse o en el futuro deciden volver al mercado ruso. En la lista de las contra sanciones rusas debe incluirse el cierre de puertos ucranianos para la exportación de granos básicos, lo que ha generado lamentables efectos colaterales para países en desarrollo que eran los principales beneficiarios del comercio de granos ucranianos y rusos.

Así, las consecuencias de las sanciones de Occidente contra Rusia han acelerado el proteccionismo ruso con un fortalecimiento de medidas amparadas en el nacionalismo económico y que desvinculan a Moscú de la globalización y del sistema monetario y financiero internacional. Le favorece también el momento a Rusia, con un declive de la influencia de EEUU en el mundo, con el ascenso de la economía china y la creciente desdolarización.

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Fuente: DW.

Irónicamente lo más paradójico y costoso para Rusia como resultado del conflicto con Ucrania, no parece que sean las sanciones, sino eventos geopolíticos de más largo alcance. Entre ellos hay que destacar la momentánea revitalización de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN), la que se encontraba mermada después de las tensiones que se gestaron entre EEUU y sus aliados europeos durante la administración de Donald Trump. Asimismo, la incorporación de Finlandia a la OTAN es un suceso de la mayor importancia, considerando que ahora la OTAN se extiende a la frontera finlandesa-rusa de 1 340 kilómetros y que tiene implicaciones para las instalaciones militares rusas en el Mar de Barents. La posible incorporación de Suecia (que ya tiene el beneplácito de Turquía, más no el de Hungría) también es una mala noticia para Rusia, toda vez que la isla sueca de Gotland se encuentra muy cerca de Kaliningrado donde reposa la base naval rusa del Báltico, lo que limita las acciones del país eslavo en esa parte del mundo.

Nada está escrito todavía. La guerra se ha prolongado más allá del cálculo inicial de Rusia quien ha debido hacer numerosos ajustes en el camino a efecto de consolidar su posición en Ucrania. Del lado ucraniano también ha sido menester responder a los ataques y preservar la integridad territorial, algo que parece cada vez más difícil de lograr, dado que, a diferencia de Rusia, quien puede operar con recursos propios, Ucrania necesita el apoyo financiero occidental, el cual podría experimentar una “fatiga” si el conflicto se sigue extendiendo en el tiempo. Son malas señales para Ucrania que el Congreso de EEUU haya pretendido condicionar la entrega de apoyo militar al país a que la administración Biden endurezca las políticas migratorias en la frontera con México. Pero el peor de los escenarios sería, para Ucrania, la llegada al ejecutivo, otra vez, de Donald Trump, quien tiene una retórica nacionalista que no favorece a la OTAN, lo que sugiere que el esfuerzo bélico de los ucranianos podría llegar a depender mayormente del apoyo europeo. La Europa comunitaria, por su parte, ya está contemplando este escenario y las consecuencias que para la integración entre sus 27 miembros podría tener una mayor erogación de recursos financieros para la esfera militar, apuntaría a reducir el financiamiento para la integración económica misma. Si los socios comunitarios estarán o no de acuerdo en dar ese paso, parece incierto. El escenario, por lo tanto, tiene víctimas inmediatas y colaterales y las sanciones de Occidente contra Rusia se inscriben en un entorno cada vez más impredecible y con efectos no del todo anticipados por sus artífices.