Resonancias de Gaza en Latinoamérica

Marta Tawil

El Colegio de México

Profesora-investigadora en el Centro de Estudios Internacionales de El Colegio de México. Sus líneas de investigación incluyen Relaciones internacionales, análisis de política exterior, Medio Oriente contemporáneo, y relaciones México y Latinoamérica con Medio Oriente.


Sobre el tema de Palestina, las posturas en América Latina suelen ser variadas. En relación con el conflicto actual y sus respuestas en Latinoamérica y el Caribe se han visto tres posturas relativamente diferentes: apoyo a Israel, respaldo a la resistencia palestina (que no a Hamás) y búsqueda de la equidistancia. La mayoría de América Latina se posicionó de parte de Israel. Se sabe que en Israel hubo al menos muertos de Argentina, Perú, Brasil, y más de una docena de desaparecidos de otros países latinoamericanos. Asimismo, varios países del continente cuentan con importantes comunidades de origen judío y palestino. En Argentina, el país con la mayor comunidad judía del continente, el presidente y los principales candidatos a sucederlo han condenado a Hamás. En Chile, con la comunidad palestina más grande de Latinoamérica, el presidente Gabriel Boric se pronunció contra la ocupación israelí, sin dejar por ello de expresar su empatía con Israel por los ataques de Hamás. Por su parte, Brasil y México evitan declaraciones categóricas, aferrándose al principio de la neutralidad. Esto se podría interpretar como un comportamiento esperable por tratarse de “potencias regionales”, pero esa representación revela una expresión de deseo más que la realidad: la correspondencia de sus malabarismos discursivos con un ejercicio claro de salvaguarda de la autonomía en política exterior no es tan clara y es debatible.

Respecto de la justificación de agresiones de Israel sobre la población civil, bombardeos y demanda de salir de sus hogares y de Gaza por completo, en Colombia, el presidente Gustavo Petro declaró: “Si hubiera vivido en la Alemania de 1933 hubiera luchado al lado de los judíos y si hubiera vivido en Palestina en 1948 hubiera luchado del lado palestino”. Asimismo, Petro aludió al genocidio en Colombia que habría contado con el apoyo de contratistas israelíes en apoyo al combate del ejército colombiano contra las FARC. Otros gobiernos latinoamericanos habrían podido extender señalamientos similares en torno a la guerra civil en Centroamérica en la década de 1980, o sobre la persecución de periodistas, activistas y defensores de los derechos humanos con el programa de espionaje Pegasus creado por NSO Group, o ante la falta de cooperación con gobiernos latinoamericanos en la persecución de delincuentes, pero se abstuvieron. La trayectoria del presidente colombiano como exmiembro de la guerrilla sin duda contó en que quisiera usar ese recurso analógico. A su vez, el presidente salvadoreño Nayib Bukele, de ascendencia palestina, estableció un paralelismo entre las maras salvatruchas y Hamás, a cuyos miembros califica de “bestias salvajes” y “animales”. En este caso, su analogía sirve propósitos de su legitimación internacional.

Las posiciones de los países latinoamericanos arrojan matices arduos de desentrañar, pero en general pueden distinguirse en reacciones que muestran ciertas líneas de herencia y de inercia, en partes; en otras, cautela o tibieza. En todas, se verifica que la fragmentación del sistema internacional y la agonía del régimen internacional de los derechos humanos orientan la influencia de las reacciones individuales y de grupos de interés y presión.